La verdadera explosión en cuanto a la creación de semillas de marihuana más productivas llegó con los procesos de breeding, ya que se empezó a seleccionar, cruzar y estabilizar durante varias generaciones diferentes genéticas, siempre buscando aumentar el rendimiento de las variedades.
Esto fue posible gracias a las semillas híbridas, que son aquellas cepas que nacen fruto del cruce de dos genotipos distintos. En sus inicios, y durante décadas, se ha clasificado el cannabis en dos grandes subtipos, lo que comúnmente se conoce como variedades índica y sativa.
Los híbridos de marihuana son genéticas hechas a partir del cruce de dos o más parentales, que pertenecen a estos subtipos, con el fin de aunar lo mejor de los dos mundos y así conseguir una mejora genética. Es decir, potenciar aquellos rasgos deseados, como puede ser, por ejemplo, la productividad de la cepa resultante.
Cuando un equipo de criadores inicia un proceso de breeding, normalmente existe un objetivo predeterminado que se busca. A partir del cruce de dos cepas (o un retrocruce de una misma variedad para ensalzar ciertos rasgos o estabilizar la genética), el breeder cannábico persigue fijar y/o aumentar ciertas características que son apreciadas entre los usuarios:
- Aroma y sabor (perfil de terpenos).
- Efecto (perfil de cannabinoides).
- Una determinada morfología (que se adapte a las condiciones de una región). - Características de cultivo: vigor, productividad, resistencia a plagas u hongos…
- Rapidez de la floración: un ejemplo perfecto de ello son las semillas fast version o las semillas autoflorecientes.
- Un buen ratio cáliz/hoja.
Uno de los rasgos más perseguidos por los expertos breeders de los bancos de semillas es el alto rendimiento de las variedades. Una característica que, sin duda, ha ido en aumento gracias a la pericia de estos criadores, que han sabido seleccionar aquellos fenotipos que mostraban una mayor productividad.
Tanto es así, que hoy en día el volumen, la forma y la densidad de los cogollos de cannabis no tiene nada que ver con aquellas flores que venían de países como México o Colombia en los años 60. Las flores que se consumían por aquel entonces, antes de la llegada de los primeros híbridos, tenían un contenido más bajo en cannabinoides, así como un ratio cáliz/hoja muy inferior.
Eran flores delgadas y mucho más pequeñas, que en nada se parecían a los cogollos voluminosos, apretados como rocas y escarchados de brillantes tricomas que encontramos hoy en día.
En parte, esta diferencia también se debe a las condiciones de cultivo, ya que se ha perfeccionado tanto la técnica como el equipamiento y los nutrientes. Pero sin duda, el gran peso de esta evolución recae sobre la mejora de las genéticas. Un trabajo que en Seedstockers nos tomamos muy en serio para poder ofrecer al mercado las mejores semillas de alto rendimiento.